Vacaciones y malestar emocional: una combinación que no solemos anticipar. Esperamos que el descanso nos alivie, pero a veces ocurre lo contrario: al parar, se desata el malestar que la rutina mantenía a raya. Cansancio sin razón, angustia inesperada, sensación de vacío. ¿Por qué el cuerpo descansa, pero la mente no? Este artículo explora por qué el verano puede remover más de lo que repara, y cómo dar lugar a lo que aparece cuando el silencio de las vacaciones nos confronta con nosotros mismos. Porque a veces, hablar de lo que sentimos es el primer paso para empezar a descansar de verdad.

¿Por qué el descanso no siempre descansa?
Lo que encontrarás en este artículo
- 1 ¿Por qué el descanso no siempre descansa?
- 2 El cuerpo para, pero la mente no
- 3 La angustia aparece cuando paramos
- 4 Expectativas infladas, realidad silenciada
- 5 Un tiempo para (re)conectarse
- 6 ¿Y si me remueve más de lo que pensaba?
- 7 ¿Qué lugar ocupan las vacaciones en nuestra vida emocional?
- 8 ¿Qué puedes hacer si te estás sintiendo así?
Llegan las vacaciones y, con ellas, el anhelo de parar. Sin horarios. Sin listas. Sin reloj. Esperamos sentirnos mejor, pero lo que aparece es otra cosa: cansancio, irritabilidad, angustia o una extraña desconexión. ¿Qué nos pasa cuando el descanso no descansa?
La imagen idealizada del verano —días de calma, plenitud, alegría— muchas veces choca con la experiencia real. Y eso, lejos de ser un problema individual, es una oportunidad para escuchar algo más profundo: el vínculo entre vacaciones y malestar emocional.
A veces, al detenernos en verano, aparece una sensación de desorientación, como si todo lo que nos daba sentido se hubiese diluido. Esa misma confusión la encontramos en muchos procesos de búsqueda personal, como la que trabajamos en el artículo “No sé lo que quiero”, donde el deseo se vuelve difícil de ubicar.
El cuerpo para, pero la mente no
Durante el año vivimos sostenidos por la estructura del tiempo productivo. Las obligaciones, aunque agotadoras, organizan. Pero cuando llegan las vacaciones y ese andamiaje se cae, emerge el vacío.
El cuerpo descansa, sí. Pero la mente no siempre lo sigue. Sin la agenda diaria que nos protege, comienzan a manifestarse pensamientos repetitivos, emociones densas, una sensación de que algo falta… aunque en teoría “todo esté bien”.
En palabras del psicoanalista Miquel Bassols, “el inconsciente no se toma vacaciones; de hecho, se aprovecha de ellas para trabajar más”. Las vacaciones, ese tiempo de placer y distensión, también son momentos de alta actividad psíquica. Vacaciones y malestar emocional pueden ir de la mano, precisamente porque el inconsciente se activa cuando bajan las defensas.
La angustia aparece cuando paramos
Una reacción habitual —aunque poco reconocida— es sentir angustia sin causa aparente. Justo en el momento en que deberíamos estar relajados. Desde el psicoanálisis, Lacan nos recuerda que “la angustia no es sin objeto”. No es que no haya un porqué, sino que ese porqué no siempre es evidente.Aparece cuando lo simbólico que nos sostenía se interrumpe, cuando el descanso se convierte en un terreno fértil para el malestar emocional en vacaciones.
La angustia aparece cuando lo que nos sostenía simbólicamente se desarma. Cuando falta la falta, cuando no hay deseo que nos empuje, ni objeto que lo sostenga. Lo que emerge es un vértigo interno, una desorientación: ¿quién soy cuando no tengo que hacer nada?
Incluso cuando todo parece estar en orden —trabajo, pareja, descanso— puede instalarse una sensación de vacío. Si este sentimiento te resulta familiar, puedes leer más sobre ello en este artículo sobre el vacío emocional.
No es casual que muchas personas consulten después del verano. A veces, es en el silencio y en la pausa donde se revela el vínculo entre vacaciones y malestar emocional que la rutina había silenciado.
Expectativas infladas, realidad silenciada
Muchas veces también nos sentimos mal en vacaciones porque esperábamos que fueran perfectas. Habíamos depositado ahí la ilusión de que todo se arreglaría. Pero el ideal del verano —como el ideal del yo— está lleno de exigencias: disfrutar, desconectar, ser feliz, compartir en pareja, aprovechar el tiempo. Y cuando eso no sucede, nos sentimos culpables, frustrados o rotos.
Este choque entre lo que se espera y lo que se vive es una de las formas más comunes de vacaciones y malestar emocional en adultos.
Un tiempo para (re)conectarse
La psicoanalista Virginia Ungar sostiene que el verano puede ser un tiempo para reconectarnos, pero que eso requiere un trabajo subjetivo. No se trata de llenar el tiempo de actividades ni de forzar la felicidad, sino de atreverse a habitarlo desde otro lugar.
Para algunas personas, este puede ser el momento en el que se hacen preguntas nuevas, o finalmente se permiten hablar de lo que arrastran desde hace tiempo. Como bien explica el psicoanalista Miquel Bassols en este artículo, el inconsciente no descansa: las vacaciones y el malestar emocional pueden ir de la mano, precisamente porque el inconsciente se activa cuando bajan las defensas.
¿Y si me remueve más de lo que pensaba?
Si sabes que vas a hacer una pausa, coméntalo en sesión con tiempo. Aunque no sepas bien qué decir, nombrarlo ya permite empezar a elaborarlo.
Si es tu terapeuta quien se ausentará, puedes preguntar cuándo será posible retomar. Tener una fecha orientativa ayuda a que la espera no se convierta en incertidumbre.
Hablar de lo que te pasa con la idea de parar también es parte del trabajo. En sesión, estas cuestiones se pueden pensar: el vínculo, el malestar emocional en vacaciones, las dudas, el temor a perder el espacio… y cómo te colocas ante ello.
¿Qué lugar ocupan las vacaciones en nuestra vida emocional?
Aunque solemos pensar en el verano como un tiempo neutro o exclusivamente placentero, lo cierto es que vacaciones y malestar emocional no son conceptos incompatibles. De hecho, muchas personas se enfrentan durante este periodo a recuerdos no elaborados, decisiones postergadas o vínculos que se tensan al compartir más tiempo del habitual. El descanso altera la escena cotidiana, y esa alteración puede abrir espacio para algo nuevo… o dejar al descubierto lo que dolía en silencio. Por eso, más allá de si el plan es viajar, quedarse o desconectar, conviene preguntarse: ¿qué mueve en mí este tiempo de pausa?
¿Qué puedes hacer si te estás sintiendo así?
Si en este verano te has sentido desconectado, sin energía o angustiado, quizás no sea solo cansancio físico. Tal vez haya una sobrecarga emocional ligada a las vacaciones. Vacaciones y malestar emocional pueden ser una señal de que es momento de empezar a hablar de lo que duele.
Puedes reservar tu primera sesión para septiembre aquí.
